martes, 7 de abril de 2009

Bienvenidos al mayor espectáculo del mundo

Antes de que aparecieran la radio, el cine y la televisión, cuando la jornada laboral absorbía la mayor parte del tiempo de la clase trabajadora, el circo hechizaba a las masas con su elenco de payasos, malabaristas, domadores, fieras, magos, trapecistas, equilibristas y freaks.

Durante el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX el circo experimentó su época dorada, pues era una de las pocas diversiones de las que podían disfrutar las masas. El circo era un entretenimiento para toda la familia que, durante un par de horas, lograba llevar al espectador a un mundo exótico, fantástico y extravagante lejos de la explotadora rutina que lo sometía.

Tal y como acuñaron Barnum y Bailey, dos empresarios circenses especialistas en vender humo, el circo se concebía como el mayor espectáculo del mundo. Reunía a artistas llegados de distintas partes del mundo para ofrecer una gran diversidad de números. De entre ellos, uno de los que más fascinaba al público era el freak show que solía acompañar al circo propiamente dicho. Mayores y pequeños quedaban embelesados al contemplar a mujeres barbudas, enanos, gigantes, hermanos siameses y toda clase de personajes con alguna deformación genética.

Dos siglos más tarde, el circo sigue cautivando a la gente. Y tal como ocurría entonces, el freak show es una de las partes más valoradas por el público. Tal vez ya no acudimos a las llamativas carpas circenses a observar a criaturas deformes, pero encendemos la televisión para ver cómo un grupo de particulares personajes sobrevive en una isla desierta o convive durante unos meses en una gran jaula repleta de cámaras.



¿Son los reality shows las nuevas galerías de freaks?


Claro que el hombre es un animal de costumbres, pero resulta preocupante que, con la cantidad de recursos con los que contamos ahora para entretenernos, siga siendo la contemplación de criaturas extrañas una de las formas de divertirse preferidas por la audiencia, año tras año y edición tras edición. ¿Realmente han cambiado los hábitos de la gente en cuanto al ocio, o sólo la forma de acceder a él?

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