martes, 28 de abril de 2009

Donnie Darko

Gretchen: ¿Donnie Darko? ¿Qué clase de nombre es ese? Suena a superhéroe o algo por el estilo.

Donnie: ¿Qué te hace pensar que no lo soy?

Aunque la ciencia ficción no es precisamente mi género predilecto, Donnie Darko, de Richard Kelly, es una de mis películas favoritas. Estrenada en 2001, la cinta esta ambientada en 1988, en Middlesex, Virginia. Jake Gyllenhaal encarna a su protagonista, un adolescente que padece esquizofrenia paranoide y que tiene como misión salvar al mundo de la destrucción.

Una noche, un conejo gigante llamado Frank llama a Donnie desde el jardín de su casa. Le dice que en veintiocho días, seis horas, cuarenta y dos minutos y doce segundos todo terminará, el mundo llegará a su fin. A la mañana siguiente, después de pasar la noche durmiendo en un campo de golf – además de superhéroe, es también sonámbulo -, Donnie regresa a casa para descubrir que un motor de avión ha caído en su cuarto.


El motor de avión, sin embargo, es mucho más que eso. Es el Artefacto que, tras pasar por un agujero de gusano, una especie de túnel que permite viajar a través del tiempo y el espacio, ha provocado que el Universo Tangente se separe del Universo Primario. Los Universos Tangentes son muy inestables y se colapsan en menos de un mes, acabando también con el Universo Primario si no se cierra previamente. Lo que empieza la noche en la que Frank se aparece a Donnie es el Universo Tangente, que acabará en veintiocho días. La misión de Donnie consiste en cerrar este universo, asegurándose de que el motor de avión vuelva a pasar por el agujero de gusano y así evitar que el Universo Primario desaparezca.

Para llevar a cabo tal empresa, Donnie cuenta con la ayuda de Frank, que le indicará lo que debe hacer. Aunque no comprende muy bien por qué ha de inundar el colegio o incendiar la casa de Jim Cunningham, una “celebridad” del pueblo, Donnie obedece al conejo gigante al que sólo él puede ver. También Gretchen, la chica nueva del colegio que acaba convirtiéndose en su novia, ayudará a nuestro héroe a cumplir con su cometido.

Sí, ya se que puede parecer que no existe una relación directa entre la inundación de un colegio, la quema de una casa y el paso de un motor de avión por un agujero de gusano, pero si me dedicara a dar más detalles acabaría contando la película entera, cosa que no quiero hacer. Lo único que quiero añadir, aunque no hace falta ser demasiado perspicaz para saberlo, es que la recomiendo absolutamente.

viernes, 24 de abril de 2009

La ruleta rusa


En los juegos de azar todo puede ir bien. Y todo puede ir mal. Las cosas pueden torcerse o arreglarse en el último momento, librando a los jugadores de la derrota o condenándolos a ella. En la ruleta rusa, dos jugadores se apuestan la vida bajo la atenta mirada de un revólver cargado con una sola bala. Uno de ellos lo perderá todo. El otro, sin embargo, se habrá ganado el derecho a seguir viviendo. ¿De qué depende el desenlace de este juego letal? ¿De la suerte? ¿De la casualidad? ¿Del destino, tal vez?

Aunque a un nivel bastante menos mortífero, por suerte, nuestra vida está llena de ruletas rusas a las que debemos enfrentarnos, situaciones en las que nada está decidido y los acontecimientos pueden discurrir en una u otra dirección. Tal vez no nos estemos jugando la vida, pero sí nuestras ganas, nuestro empeño, nuestras ilusiones, nuestro esfuerzo. Todo puede salir bien, todo puede salir mal, todo puede torcerse o arreglarse en el último momento. ¿De qué depende? ¿De la suerte? ¿De la casualidad? ¿Del destino, tal vez?

Tengo que decir que no creo en el destino, me parece demasiado cómodo y frustrante. Esperar a que las cosas sucedan y aceptarlas tal y como vengan sin poder cambiarlas no me resulta muy esperanzador. Prefiero creer en la suerte, en la casualidad, prefiero pensar que las cosas podrían haber sido de muchas maneras pero que, gracias o por culpa del azar, son como son. Prefiero pensar también que ese mismo azar que ha puesto frente a mí una situación que podría no haberse dado jamás me da la oportunidad de actuar como más me apetezca para aprovecharme de ella y alcanzar mis objetivos. Prefiero sentir que, con cada bala que no ha llegado a mi sien, me he ganado el derecho a jugar una vez más.

martes, 7 de abril de 2009

Y a mí qué me importa que llueva o haga sol

Estúpidos vecinos
siempre echando a perder los silencios
en el ascensor

Bienvenidos al mayor espectáculo del mundo

Antes de que aparecieran la radio, el cine y la televisión, cuando la jornada laboral absorbía la mayor parte del tiempo de la clase trabajadora, el circo hechizaba a las masas con su elenco de payasos, malabaristas, domadores, fieras, magos, trapecistas, equilibristas y freaks.

Durante el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX el circo experimentó su época dorada, pues era una de las pocas diversiones de las que podían disfrutar las masas. El circo era un entretenimiento para toda la familia que, durante un par de horas, lograba llevar al espectador a un mundo exótico, fantástico y extravagante lejos de la explotadora rutina que lo sometía.

Tal y como acuñaron Barnum y Bailey, dos empresarios circenses especialistas en vender humo, el circo se concebía como el mayor espectáculo del mundo. Reunía a artistas llegados de distintas partes del mundo para ofrecer una gran diversidad de números. De entre ellos, uno de los que más fascinaba al público era el freak show que solía acompañar al circo propiamente dicho. Mayores y pequeños quedaban embelesados al contemplar a mujeres barbudas, enanos, gigantes, hermanos siameses y toda clase de personajes con alguna deformación genética.

Dos siglos más tarde, el circo sigue cautivando a la gente. Y tal como ocurría entonces, el freak show es una de las partes más valoradas por el público. Tal vez ya no acudimos a las llamativas carpas circenses a observar a criaturas deformes, pero encendemos la televisión para ver cómo un grupo de particulares personajes sobrevive en una isla desierta o convive durante unos meses en una gran jaula repleta de cámaras.



¿Son los reality shows las nuevas galerías de freaks?


Claro que el hombre es un animal de costumbres, pero resulta preocupante que, con la cantidad de recursos con los que contamos ahora para entretenernos, siga siendo la contemplación de criaturas extrañas una de las formas de divertirse preferidas por la audiencia, año tras año y edición tras edición. ¿Realmente han cambiado los hábitos de la gente en cuanto al ocio, o sólo la forma de acceder a él?