Este año se cumplen cuatro siglos de la expulsión de los moriscos de España. Este hecho, que desató importaciones consecuencias políticas, sociales y económicas, afectó de forma desigual a los distintos reinos presentes en la España del siglo XVII.
Todo empieza en 1502, cuando un decreto de la Inquisición, institución que pretendía someter bajo una misma legislación a todos los cristianos del reino, obliga a los mudéjares a convertirse al cristianismo bajo pena de ser expulsados de España. Las conversiones de musulmanes son masivas, pero la sociedad cristiana no confía en su honestidad y cree que siguen practicando su fe en secreto. Esta desconfianza provocará un sentimiento de rechazo hacia los musulmanes, que desembocará en una serie de revueltas a lo largo del siglo XVI.
Tras un siglo de enfrentamientos, los moriscos acabaron considerándose como enemigos de la religión y del Estado. Su expulsión de España se perfilaba como la única solución, dada la imposibilidad de integrarse en el reino y la sociedad. Felipe II había considerado ya esta opción en dos ocasiones, en 1582 y en 1590, pero la coyuntura exterior del momento hizo que se descartara la idea.
Finalmente en 1609, aprovechando la paz con Francia (1598), Inglaterra (1604) y la Tregua de los Doce Años con los Países Bajos (1609), Felipe III concentra sus flotas en el Mediterráneo y expulsa de forma masiva a los moriscos para garantizar la unidad interna del país. En menos de un año, un total de 300.000 moriscos abandonaron España. De ellos, cerca de 100.000 se refugiaron en Túnez, 50.000 en Marruecos y 25.000 en Argelia. Libia, Egipto, el Sur de Francia, Livorno, el centro del Estado otomano, América Latina o la India fueron también algunos de sus destinos.
Los primeros moriscos en salir del país fueron los asentados en el reino de Valencia, tras el bando dictado por el virrey marqués de Caracena del 22 de septiembre de 1609. Tres meses más tarde, una cédula real del 28 de diciembre de ese mismo año decreta la salida de los moriscos de Castilla. El 12 de enero de 1610, el marqués de San Germán ordena la expulsión de los moriscos de Andalucía y Murcia. Por último, el virrey de Aytona dictamina en un edicto publicado el 29 de mayo de 1610 la expulsión de los moriscos residentes en Aragón y Cataluña.
La expulsión de los moriscos, motivada para asegurar la estabilidad y la unidad del reino español, tuvo supuso graves consecuencias para Valencia, Andalucía y Aragón, donde la minoría musulmana tenía una importancia considerable. Cataluña y Castilla, en cambio, apenas se vieron afectadas por la expulsión.
Todos los sectores productivos se vieron afectados económicamente por la expulsión de los moriscos. Las tierras que éstos trabajaban quedaron yermas, siendo su recuperación bastante lenta. Algunos pueblos quedaron abandonados o semiabandonados, y ciertas especializaciones en el ámbito laboral controladas por los moriscos corrieron el peligro de desaparecer. Los más afectados por la partida de los moriscos fueron sus acreedores y señores, que, además de perder sus rentas, no pudieron recuperar su dinero, perdiendo así su forma de vida.
Cuatro siglos más tarde, la expulsión de los moriscos se conmemorará con una serie de congresos de especialistas, exposiciones, una ruta morisca por la sierra de Alaguar, en Valencia y la proyección de una serie de audiovisuales organizada por la Casa Árabe. El proyecto está asesorado por José María Perceval, experto en racismo y xenofobia y asesor científico de Expulsados 1609, la tragedia de los moriscos, una película dirigida por Miguel E. López Lorca que relata las vicisitudes de una familia musulmana residente en España durante el verano de 1609 y que se estrenará el próximo mes de mayo. Por el momento, nos quedamos con un pequeño aperitivo: el tráiler de la película y la promo académica, con intervenciones de expertos en la materia.
Todo empieza en 1502, cuando un decreto de la Inquisición, institución que pretendía someter bajo una misma legislación a todos los cristianos del reino, obliga a los mudéjares a convertirse al cristianismo bajo pena de ser expulsados de España. Las conversiones de musulmanes son masivas, pero la sociedad cristiana no confía en su honestidad y cree que siguen practicando su fe en secreto. Esta desconfianza provocará un sentimiento de rechazo hacia los musulmanes, que desembocará en una serie de revueltas a lo largo del siglo XVI.
Tras un siglo de enfrentamientos, los moriscos acabaron considerándose como enemigos de la religión y del Estado. Su expulsión de España se perfilaba como la única solución, dada la imposibilidad de integrarse en el reino y la sociedad. Felipe II había considerado ya esta opción en dos ocasiones, en 1582 y en 1590, pero la coyuntura exterior del momento hizo que se descartara la idea.
Finalmente en 1609, aprovechando la paz con Francia (1598), Inglaterra (1604) y la Tregua de los Doce Años con los Países Bajos (1609), Felipe III concentra sus flotas en el Mediterráneo y expulsa de forma masiva a los moriscos para garantizar la unidad interna del país. En menos de un año, un total de 300.000 moriscos abandonaron España. De ellos, cerca de 100.000 se refugiaron en Túnez, 50.000 en Marruecos y 25.000 en Argelia. Libia, Egipto, el Sur de Francia, Livorno, el centro del Estado otomano, América Latina o la India fueron también algunos de sus destinos.
Los primeros moriscos en salir del país fueron los asentados en el reino de Valencia, tras el bando dictado por el virrey marqués de Caracena del 22 de septiembre de 1609. Tres meses más tarde, una cédula real del 28 de diciembre de ese mismo año decreta la salida de los moriscos de Castilla. El 12 de enero de 1610, el marqués de San Germán ordena la expulsión de los moriscos de Andalucía y Murcia. Por último, el virrey de Aytona dictamina en un edicto publicado el 29 de mayo de 1610 la expulsión de los moriscos residentes en Aragón y Cataluña.
La expulsión de los moriscos, motivada para asegurar la estabilidad y la unidad del reino español, tuvo supuso graves consecuencias para Valencia, Andalucía y Aragón, donde la minoría musulmana tenía una importancia considerable. Cataluña y Castilla, en cambio, apenas se vieron afectadas por la expulsión.
Todos los sectores productivos se vieron afectados económicamente por la expulsión de los moriscos. Las tierras que éstos trabajaban quedaron yermas, siendo su recuperación bastante lenta. Algunos pueblos quedaron abandonados o semiabandonados, y ciertas especializaciones en el ámbito laboral controladas por los moriscos corrieron el peligro de desaparecer. Los más afectados por la partida de los moriscos fueron sus acreedores y señores, que, además de perder sus rentas, no pudieron recuperar su dinero, perdiendo así su forma de vida.
Cuatro siglos más tarde, la expulsión de los moriscos se conmemorará con una serie de congresos de especialistas, exposiciones, una ruta morisca por la sierra de Alaguar, en Valencia y la proyección de una serie de audiovisuales organizada por la Casa Árabe. El proyecto está asesorado por José María Perceval, experto en racismo y xenofobia y asesor científico de Expulsados 1609, la tragedia de los moriscos, una película dirigida por Miguel E. López Lorca que relata las vicisitudes de una familia musulmana residente en España durante el verano de 1609 y que se estrenará el próximo mes de mayo. Por el momento, nos quedamos con un pequeño aperitivo: el tráiler de la película y la promo académica, con intervenciones de expertos en la materia.
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