viernes, 13 de marzo de 2009

El destino puede esperar

Hay que tener siempre en mente el destino, aunque lo realmente importante es el camino recorrido, todas aquellas experiencias acumuladas de las que debemos nutrirnos y que han de transformarnos y enriquecer nuestra existencia. Lo que cuenta no es llegar, sino ir. Por eso, cuanto más largo sea el viaje, mejor. En esto consiste, para mí, el viaje a Ítaca de Konstantinos Kavafis.

El poeta alejandrino escribió en 1911 este poema inspirándose en La Odisea de Homero. Ulises, el rey de Ítaca, es convencido por el rey Agamenón para que luche en la Guerra de Troya, causada por el rapto de la princesa Helena. Tras la caída de Troya, Ulises retoma el camino que deberá traerlo de vuelta a casa. Camino que tardará más de veinte años en recorrer y en el que vivirá toda una serie de aventuras.

Tras dos décadas de viaje, el Ulises que regresa a Ítaca no es el mismo que partió de ella. Todo el tiempo vagando de isla en isla, conociendo a nuevas gentes y viviendo nuevas experiencias cambia al protagonista de La Odisea, no sólo físicamente sino también interiormente.

En la Ítaca de Kavafis, el autor nos lanza un importante mensaje que debemos tener siempre presente. Nuestra vida es nuestro gran viaje. Como viajeros permanentes, hemos de tratar de enriquecernos con el máximo número de experiencias posibles, valorándolas, apreciándolas, teniendo en cuenta la importancia de cada una de ellas en la formación de nuestra propia persona.

Nuestros objetivos en la vida deben ser la fuerza que nos impulse a recorrer el camino, en el que nos encontraremos con distintas situaciones: unas veces serán alegres, otras serán dificultosas y tendremos que hacerles frente…todas ellas nos ayudarán a crecer, a llegar a ser nosotros mismos, a conocernos y a conocer otros lugares y a otras personas.

Nuestra vida no está determinada, sino que la vamos construyendo poco a poco, eligiendo unas cosas y dejando pasar otras. Todas esas elecciones condicionan nuestra vida, nos llevan por un camino o por otro y nos convierten en lo que somos. De lo que se trata es de saber aprovechar ese camino que todos recorremos, ese viaje, siempre diferente para cada uno, que es nuestra vida. Y hacerlo de tal modo que, cuando lleguemos a Ítaca, sintamos que realmente hemos aprovechado el tiempo invertido en él.

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