Debido a una serie de razones que escapan a mi control y a otras que igual no tanto, en los viajes que he hecho a lo largo de mi vida ha primado la experiencia turística sobre la cultural. Sí. La semana pasada dediqué la entrada del blog a decir lo importante que es tener experiencias de las que nutrirnos y con las que llegar a formarnos como persona y ahora resulta que ni siquiera yo misma me tomo demasiado en serio mis propias recomendaciones. Por suerte, para algo están los libros, a través de los cuales podemos viajar y experimentar, aunque no sea de forma estrictamente presencial, toda una serie de vivencias que tal vez nunca lleguemos a tener en nuestra vida real.
Una de las obras que considero que pueden ayudar a uno a conseguir tal cosa es Siddharta, de Hermann Hesse. Tal y como indica el título, la novela, publicada en 1922, relata la historia de Siddharta, el hijo de un brahmán indio contemporáneo de Buda que un día, hastiado de su vida y lleno de insatisfacción, decide marcharse de su casa para encontrar su propio camino. Su amigo Govinda, que siente una gran admiración por él, le acompaña en parte de su periplo, hasta que ambos descubren que sus caminos son distintos y deben separarse para seguir cada uno el suyo.
El autor del libro consideraba su obra como un poema hindú, en el que se combinan elementos líricos con la narración y la meditación. Se trata del viaje de Siddharta hacia la sabiduría y hacia sí mismo. Durante su camino, el protagonista se encuentra con una serie de personajes con los que descubre cosas nuevas y de los que trata de aprender. De los samanas, un grupo de monjes ascetas, aprende a abstraerse, a contener la respiración y a insensibilizarse del hambre y del dolor, pero sin lograr sentirse satisfecho. Con Kamala, una mujer acomodada y con la que llegó a tener un hijo, descubrió lo que era el amor y el placer, pero tampoco con eso llegaba a sentirse completo. De la mano de Kamaswami aprendió el arte de los negocios. Consiguió acumular mucho dinero con aquello que él consideraba un juego, pero un día se dio cuenta de que todo eso tampoco le hacía sentirse realizado.
Finalmente, reencontrándose con un anciano barquero al que había conocido años atrás, se encuentra también a sí mismo y comprende cuál es el sentido de su vida. La clave de la realización personal no se encontraba en buscar, en tener un objetivo, sino en encontrar, sin tener ningún tipo de fin. Siddharta tardó muchos años en comprender esto, y sólo lo consiguió viajando de un lugar a otro, descubriendo a nuevas gentes y reencontrándose con antiguos conocidos, aprendiendo de cada persona con la que se cruzaba en el camino. Supongo que en esto consisten los auténticos viajes.
Una de las obras que considero que pueden ayudar a uno a conseguir tal cosa es Siddharta, de Hermann Hesse. Tal y como indica el título, la novela, publicada en 1922, relata la historia de Siddharta, el hijo de un brahmán indio contemporáneo de Buda que un día, hastiado de su vida y lleno de insatisfacción, decide marcharse de su casa para encontrar su propio camino. Su amigo Govinda, que siente una gran admiración por él, le acompaña en parte de su periplo, hasta que ambos descubren que sus caminos son distintos y deben separarse para seguir cada uno el suyo.
El autor del libro consideraba su obra como un poema hindú, en el que se combinan elementos líricos con la narración y la meditación. Se trata del viaje de Siddharta hacia la sabiduría y hacia sí mismo. Durante su camino, el protagonista se encuentra con una serie de personajes con los que descubre cosas nuevas y de los que trata de aprender. De los samanas, un grupo de monjes ascetas, aprende a abstraerse, a contener la respiración y a insensibilizarse del hambre y del dolor, pero sin lograr sentirse satisfecho. Con Kamala, una mujer acomodada y con la que llegó a tener un hijo, descubrió lo que era el amor y el placer, pero tampoco con eso llegaba a sentirse completo. De la mano de Kamaswami aprendió el arte de los negocios. Consiguió acumular mucho dinero con aquello que él consideraba un juego, pero un día se dio cuenta de que todo eso tampoco le hacía sentirse realizado.
Finalmente, reencontrándose con un anciano barquero al que había conocido años atrás, se encuentra también a sí mismo y comprende cuál es el sentido de su vida. La clave de la realización personal no se encontraba en buscar, en tener un objetivo, sino en encontrar, sin tener ningún tipo de fin. Siddharta tardó muchos años en comprender esto, y sólo lo consiguió viajando de un lugar a otro, descubriendo a nuevas gentes y reencontrándose con antiguos conocidos, aprendiendo de cada persona con la que se cruzaba en el camino. Supongo que en esto consisten los auténticos viajes.
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