sábado, 16 de mayo de 2009

Holly nunca lo haría

"No se enamore nunca de una criatura salvaje, Mr. Bell - le aconsejó Holly -. Esa fue la equivocación de Doc. Siempre se llevaba a su casa seres salvajes. Halcones con el ala rota. Otra vez trajo un lince rojo con una pata fracturada. Pero no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes como para huir al bosque. O subirse volando a un árbol. Y luego a otro árbol más alto. Y luego al cielo. Así terminará usted, Mr. Bell, si se entrega a alguna criatura salvaje. Terminará con la mirada fija en el cielo". Truman Capote, Desayuno en Tiffany’s (1958).

No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que Holly Golightly no estaba hablando sólo de linces y de halcones en este fragmento. Ella misma era una de esas criaturas salvajes, que no pertenecen a ningún lugar en particular y a las que es imposible retener. Se atribuía a sí misma el título de “viajera” (tal y como indicaba en su buzón) y siempre tenía una maleta a medio hacer en el salón de su apartamento.

No se dedicaba a nada en particular. Tocaba la guitarra, celebraba fiestas en su pequeño piso, salía a cenar con hombres que la proveían del dinero suficiente para sobrevivir y visitaba, a cambio de una pequeña remuneración, a Sally Tomato, un importante mafioso encerrado en la cárcel de Sing Sing. Sin olvidar, por supuesto, sus frecuentes desayunos frente a Tiffany’s, la joyería a la que consideraba como una especie de paraíso terrenal.


En 1961, tres años después de la publicación de Desayuno en Tiffany’s, las aventuras y desventuras cotidianas de Holly Golightly pasaron del libro a la gran pantalla. Blake Edwards dirigía la adaptación al cine de la obra de Capote, protagonizada por Audrey Hepburn. Y aunque la película lograba captar la personalidad de Holly, tengo que decir que no me gustó nada el final. Sí, ya sé que se trata de Hollywood y que los finales siempre tienden a ser felices, pero Holly jamás se comportaría de ese modo. Y al cambiar de esa manera tan brusca el final es como si cambiara todo el personaje de repente, lo que no me parece nada bien. ¿Por qué por culpa del amor ha de estropearse una bonita historia? ¿Por qué a veces los finales felices han de arruinar una buena película? Ya, claro, porque sino los que se arruinan son los encargados de producirla. En fin, creo que tengo que dejar de ser tan ilusa…

No hay comentarios:

Publicar un comentario