sábado, 9 de mayo de 2009

Mata Hari, William Forrester y el final de la Primera Guerra Mundial


Si el otro día hablaba de los viajes en el tiempo, hoy debo retomar el tema para explicar uno de los episodios más significativos que tuvieron lugar durante la Primera Guerra Mundial, un acontecimiento que sin duda fue determinante para la resolución del conflicto. Lo protagonizan William Forrester, un huraño y ficticio escritor ganador del Premio Pulitzer, y Mata Hari, la bailarina y espía a la que le dediqué mi anterior entrada.

Una mañana, William Forrester despierta y descubre que él y su casa se han trasladado hasta el París de 1917. “De modo que no estaba soñando cuando oí todo aquel estruendo”, pensó. “Pero, ¿qué hago aquí? Esto no tiene sentido” repetía una y otra vez, todavía desconcertado por lo ocurrido.

Poca gente tenía conocimiento de aquel extraordinario suceso, pero los servicios de inteligencia franceses estaban bastante informados sobre él y pensaban aprovecharse de la situación. Un hombre que venía del futuro podía resultar clave para adelantarse a los movimientos del enemigo y vencerlo. Pero, ¿cómo llegar hasta él? ¿Cómo obtener información de alguien tan arisco, tan esquivo? Sería complicado, sí, pero la tenían a ella. Forrester era un hombre al fin y al cabo, y si de algo sabía ella era de hombres.

Decidida a enfrentarse a una de los encargos más complejos que había tenido hasta el momento, Mata Hari se encaminó hacia la casa del escritor. Miró a través de los cristales de las ventanas. Apenas había luz en aquella estancia, repleta de libros y de polvo. Llamó a la puerta sin obtener respuesta. Volvió a intentarlo un par de veces más, también sin éxito. “¡Señor Forrester!, ¿está usted ahí?”. Era inútil, nadie salía a recibirla.

Dio una vuelta alrededor de la casa, intentando encontrar alguna otra forma de adentrarse en ella. Pero la puerta trasera estaba cerrada, al igual que todas las ventanas. “Supongo que no me queda otra opción”, se dijo mientras se quitaba una de las horquillas que llevaba en el pelo. Con un par de movimientos, consiguió hacer saltar la cerradura y entrar a hurtadillas en el salón del escritor, que había subido a darse un baño, ignorando por completo a su entrometida visita.

No sabía muy bien lo que buscaba, pero tenía el presentimiento de que lo encontraría. Y tras un buen rato registrando las saturadas estanterías del escritor, se dio de bruces con aquello que necesitaba. Se trataba de un conjunto de volúmenes de historia. Uno de ellos tenía grabado en el lomo “Primera Guerra Mundial: 1914-1918”. “¿Primera Guerra Mundial?, bueno, las fechas coinciden así que supongo que será este”, se dijo para sí mientras lo cogía.

Antes de marcharse, Mata Hari escribió una nota de agradecimiento al escritor, que seguía todavía en el piso superior: “Señor Forrester, aunque no logre entender por qué, hoy usted me ha satisfecho más que cualquier otro hombre en toda mi vida. Por ello, si lo desea, le invito a que asista a una de mis actuaciones esta noche en París. Se divertirá, se lo prometo. Mata.”

* * * * *

William Forrester rompió la nota después de leerla y jamás fue a ver a Mata Hari a ninguno de sus espectáculos. Y en cuanto al libro de historia que ella le sustrajo, decir simplemente que los franceses supieron hacer un buen uso de él, aunque ella jamás vio cómo se resolvía el conflicto, ya que los franceses la fusilaron por alta traición antes del fin de la guerra. Qué irónico, ¿no?

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