viernes, 22 de mayo de 2009

Nauseabundo

“Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad”, afirmaba Jean Paul Sartre. Venimos de la nada, existimos sin ningún tipo de justificación y acabaremos de nuevo siendo nada. Somos arrojados a la vida y seremos arrojados a la muerte. La realidad es algo superfluo. La existencia, algo absurdo. Y llegar a comprenderlo sólo lleva a una cosa: a la Náusea.

En un principio, Sartre concibió La náusea, una de sus obras más célebres, como un ensayo filosófico que llevaría por nombre Melancolía, en alusión al grabado de Durero por el que el autor francés sentía una gran predilección. Sin embargo, a instancias de la editorial Gallimard, el filósofo existencialista cambió el género ensayístico por el novelístico, haciendo que la obra fuera mucho más expresiva.


Melancolía, de Alberto Durero (1514)


La novela está escrita en primera persona, a modo de diario, y tiene un argumento simple. Antoine Roquentin, un joven historiador parisino, se traslada a Bouville para escribir la biografía del Marqués de Rollebon. En la ciudad apenas conoce a nadie y pasa gran parte del día trabajando, o intentado trabajar, cuando la Náusea no se lo impide, en la biblioteca.

A través de Roquentin y de sus constantes observaciones del mundo exterior, Sartre explica los planteamientos filosóficos del existencialismo. También a partir de estos análisis se explica qué es la Naúsea. Se trata de una repulsión a todo lo rutinario, lo cotidiano y lo banal que se encuentra en la sociedad. A todo lo que provoca, en definitiva, que la existencia del hombre sea absurda, carente de sentido. A todo aquello que nos convierte en “muertos vivientes”, como diría Albert Camus, una de las más importantes influencias que recibiría la filosofía de Sartre.

Lo mejor de todo esto es que no podemos echarle la culpa a nadie de lo absurdo de nuestra existencia. No, nadie elige nacer pero a partir de ahí somos libres. Somos lo que somos porque hemos tomado una serie de decisiones que nos han llevado a una determinada circunstancia, porque hemos elegido comportarnos de un modo u otro. Como consecuencia, debemos responsabilizarnos de nuestros actos. Porque con cada uno de ellos construimos nuestra existencia. Porque nuestra vida es sólo nuestra.

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